Muchos analistas creen que lo que está ocurriendo es un cambio de estrategia de las organizaciones criminales. Esa desfachatez para amenazar directamente a las instituciones del Estado denota que lo que hay detrás no es un interés por el dinero sino por los hilos del poder. Y ahí está lo novedoso para el continente europeo. Aunque muchas de las mafias de este continente han vivido bajo el radar durante décadas, ese no parece ser el caso actual de la llamada Mocro Maffia. Hasta dónde lograrán llegar es algo difícil de contestar con certeza. Tampoco es fácil juzgarlo desde la experiencia latinoamericana porque los contextos son muy distintos, pero así como la globalización ha permitido intercambiar productos legales desde todos los extremos del planeta, también ha servido para que las bandas se asocien y adquieran una nueva fuerza que habrá que aprender a combatir. Es la eterna lucha entre el bien y el mal que no da descanso jamás

Países Bajos, la quinta potencia económica de la Unión Europea, no sale de su asombro. El crimen organizado tiene en jaque a la nación, y lo que los ciudadanos veían como un fenómeno restringido a los bajos mundos se ha convertido en una realidad que amenaza a todos los estamentos de la sociedad y al mismísimo Estado. Algo que muchos no han dudado en calificar como un asalto a la democracia.

De reducido tamaño, y con menos de 18 millones de habitantes, Holanda, como se le conoce más comúnmente, ha pasado de enterarse en las noticias sobre los ajustes de cuentas entre criminales a ver cómo se restringen los movimientos diarios de Amalia, la heredera al trono, o de su primer ministro Mark Rutte, por las graves amenazas de la mafia. La primera tuvo que interrumpir sus estudios presenciales en la universidad en la que había comenzado su primer año académico por la alta posibilidad de un secuestro. Mientras que Rutte, acostumbrado a desplazarse en bicicleta de su casa al trabajo, tuvo que aceptar que se reforzara su sistema de seguridad por el complot que se descubrió para atentar contra su vida.

El ataque a símbolos institucionales de tanto calado, así como el asesinato en la calle de un reputado abogado y posteriormente de uno de los reporteros de televisión más famosos de Países Bajos, Peter R. de Vries, especializado en sucesos y casos sin resolver, han generado un ambiente de inquietud y zozobra en todo el país.

El asesinato de Vries le dio un giro a la política local porque las autoridades lo han interpretado como un acto terrorista que buscaba asustar a toda la población. Y el considerarlo terrorismo tiene una serie de connotaciones a nivel legal que exigen estudio y debate en un país en el que siempre se ha hablado del tema de la legalización de las drogas y que de hecho ha sido vanguardista en cuanto al consumo de la marihuana.

Lo que hay detrás es una organización criminal llamada la Mocro Maffia. Nunca tan conocida como las mafias italianas, norteamericanas o rusas, pero tan violenta o más que cualquiera de ellas, se compone de un conjunto de miembros locales con socios de origen marroquí y turco que luchan por el control del tráfico de drogas en el Norte de Europa. Para ello aprovechan el puerto de Rotterdam, lugar estratégico en el comercio marítimo mundial. Operan desde los años 80 del siglo pasado y se han ido fortaleciendo a medida que entraban en contacto con carteles de la cocaína de distintos puntos de América Latina.

Lo que preocupa aún más es que las bandas no se han limitado a los Países Bajos y han extendido sus tentáculos por Bélgica y España, a donde han llevado sus luchas internas y sus ajustes de cuentas. Existe una ruta Marruecos, Costa del Sol, y Norte de Europa que se ha visto salpicada por asesinatos de narcotraficantes, extorsiones y vendettas. Y el temor de las autoridades es que estos hechos se sigan multiplicando pese a las detenciones que siempre se logran gracias al trabajo conjunto.

Muchos analistas creen que lo que está ocurriendo es un cambio de estrategia de las organizaciones criminales. Esa desfachatez para amenazar directamente a las instituciones del Estado denota que lo que hay detrás no es un interés por el dinero sino por los hilos del poder. Y ahí está lo novedoso para el continente europeo. Aunque muchas de las mafias de este continente han vivido bajo el radar durante décadas, ese no parece ser el caso actual de la llamada Mocro Maffia. Hasta dónde lograrán llegar es algo difícil de contestar con certeza. Tampoco es fácil juzgarlo desde la experiencia latinoamericana porque los contextos son muy distintos, pero así como la globalización ha permitido intercambiar productos legales desde todos los extremos del planeta, también ha servido para que las bandas se asocien y adquieran una nueva fuerza que habrá que aprender a combatir. Es la eterna lucha entre el bien y el mal que no da descanso jamás


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