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PublicidadLos lectores emigran, pero sus libros no. En la librería El Buscón, en Caracas, cada día reciben al menos cinco ofrecimientos de bibliotecas. Hace 19 años Katyna Henríquez y sus socios hicieron una apuesta arriesgada por un negocio de libros raros, primeras ediciones, títulos agotados y joyas venezolanas que circulan en el mercado de segunda mano. Hoy es este casi el único salvavidas que queda al mercado de librerías, en un país que se ha quedado seco de editoriales y del que las grandes transnacionales del libro como Planeta o Random House levantaron velas hace varios años como muchas otras empresas.

FLORANTONIA SINGER  &  ALONSO MOLEIRO  ||  EL PAÍS

“La diáspora de alguna manera nos ha alimentado, pero de una forma agria. Porque la familia que viene a ofrecerte tu biblioteca, después de haber vendido la nevera y los carros, es una familia que nos deja y nos vamos quedando solos”, comenta Henríquez, experimentada editora y librera. Su librería queda en un concurrido espacio cultural ubicado dentro de un centro comercial en la zona de Las Mercedes, donde fulgura un auge de torres empresariales, casinos restaurantes y concesionarios de autos de lujos. Con todo, El Buscón resiste. “El 80% de lo que recibo es de gente que se va y ya no tengo casi espacio. Muchos traen sus libros como si los dejaran en un orfanato”.

PublicidadPero un piso más arriba, la Librería Alejandría está en liquidación para cerrar definitivamente sus tres tiendas, dos en Caracas y una en Mérida. “La situación económica que vive el país es alarmante, la gente solo tiene para consumir los artículos de primera necesidad, y nuestro gran nuestro público está en la diáspora”, dice César García, el actual dueño de la cadena, que asegura que los últimos tres años se ha dedicado a subsidiarlas con sus otros negocios en el área de la impresión, también golpeados por la crisis. Su inventario es una ciudad de 150.000 libros, pero las estanterías del lugar comienzan a verse vacías. “Me ha sorprendido cómo ha venido gente con la liquidación, en la que tenemos los libros en tres o cinco dólares. Todavía quedan lectores, pero no tienen cómo pagar por un libro”.

La hiperinflación de los libros Hasta 2012, la venta del libro en Venezuela fue un negocio relativamente próspero. Fuentes editoriales locales aseguran que, en un año como 2006, las ventas de ciertos títulos comerciales llegaron a superar a las de Colombia, uno de los epicentros de la actividad literaria en la región y donde recalaron las grandes editoriales que antes llevaban el negocio de la región desde Venezuela.

El arrase de la industria editorial del país se concretó con la crisis cambiaria de 2013, la misma que, a la larga, provocó la quiebra del país entero. Millones de dólares se perdieron en las manos de la burocracia oficial en operaciones de corrupción, burlando las tasas oficiales del dólar, y esto provocó, entre otras cosas, una grave escasez de papel a nivel nacional, cuya obtención dependía entonces de la autorización oficial. Esta catástrofe se tragó a la prensa escrita. Ni la prensa ni los libros se han podido recuperar desde entonces. La descapitalización de las arcas nacionales produjo la hiperinflación, y los sueldos de la población quedaron triturados como nunca antes en más de 100 años. Y así las ventas de libros y el consumo de bienes culturales se vinieron abajo.

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